No se ha podido convencer de que en este mundo haya otra cosa que esos fulgores inestables que lo visitan desde su infancia, o tal vez desde antes.
Hay el sol de otoño y ese color inverosímil que acaricia cual puñal inesperado. Hay la música incomprensible e implacable. Hay caricias perdidas y esos llantos secos, indispensables y nunca dispensados. Hay la aspereza despótica y libertaria de la cifra, el signo que castiga desde lejos. Hay las distancias que crecen al desaparecer. Hay los nombres públicos y secretos, y hay también todas las cosas que se resisten a ser llamadas "cosas".
Hay la alegría incontrastable de la sonrisa imbécil y la terca potencia de la rutina. Hay el vértigo que tanto se parece a la quietud. Hay la insensata tenacidad de la incoherencia.
Hay la multiplicidad que no es más ni menos que eso, y que nunca lo es del todo.
Hay la emoción imprecisa que lo empuja escribir lo ilegible, a leer lo que no hay en libros que no existen.
Hay los plagios ilustres y la sinceridad innecesaria: hay por ejemplo este post, que es las dos cosas sin ser ninguna.
Todo lo cual no sería siquiera digno de mencionar; si no fuera porque también, y sobre todo, hay la impúdica arbitrariedad de las enumeraciones.
Hay el sol de otoño y ese color inverosímil que acaricia cual puñal inesperado. Hay la música incomprensible e implacable. Hay caricias perdidas y esos llantos secos, indispensables y nunca dispensados. Hay la aspereza despótica y libertaria de la cifra, el signo que castiga desde lejos. Hay las distancias que crecen al desaparecer. Hay los nombres públicos y secretos, y hay también todas las cosas que se resisten a ser llamadas "cosas".
Hay la alegría incontrastable de la sonrisa imbécil y la terca potencia de la rutina. Hay el vértigo que tanto se parece a la quietud. Hay la insensata tenacidad de la incoherencia.
Hay la multiplicidad que no es más ni menos que eso, y que nunca lo es del todo.
Hay la emoción imprecisa que lo empuja escribir lo ilegible, a leer lo que no hay en libros que no existen.
Hay los plagios ilustres y la sinceridad innecesaria: hay por ejemplo este post, que es las dos cosas sin ser ninguna.
Todo lo cual no sería siquiera digno de mencionar; si no fuera porque también, y sobre todo, hay la impúdica arbitrariedad de las enumeraciones.
Que cantidad de imágenes/sensaciones que evoca este post. Casi puedo sentir el sol de otoño y ver la distancia que crece al desaparecer.
ResponderEliminarSoberbio!
Un abrazo!
Sé de lo que hablas en cada "hay" tuyo, tanto sé de ellos que casi se convierten en un "¡Ayyyy! personal.
ResponderEliminarTE dejo un abrazo.
Alicia
Juan,
ResponderEliminarmenos mal que "habemus blogerus", como vos. Agrego: hay tipos que donan palabras para conectar, para comunicar. Estoy cansado del pensamiento "desconectivo", tal vez la verdadera pandemia, para colmo pensada legitima.
Saludos.
JLS