Hay gente que no espera a que su interlocutor termine de hablar para decir lo suyo. Puede darse el caso, por supuesto, de que las buenas costumbres, el pudor o los menos sutiles coscorrones de la infancia le hayan enseñado a callarse la boca ante la parrafada ajena. Lo cual no impide al impaciente regodearse en dar forma a esa aguda réplica que nadie le pidió y que nadie muy probablemente nadie está interesado en conocer. En esos momentos es incapaz de escuchar más que como de reojo, tomando notas para completar su brillante e inapelable refutación. En los casos más graves, el impaciente reacciona ante otras formas de discurso, como por ejemplo libros, películas, artículos periodísticos, actitudes, etc. Hay impacientes que no se amedrentan ante comunicados, leyes, costumbres o inclusos signos divinos. Si existe un Dios, y ese dios intenta comunicarle algo, el impaciente tendrá algo que replicar. Incluso estando en silencio, el impaciente no se calla nunca, es un fastidio hasta para todos los que lo conocen e incluso para los que menos los conocen, es decir hasta para sí mismo.
El mío es justamente uno de esos casos sin esperanza. Y este blog es el síntoma más evidente de esa (acaso no tan) curiosa afección.
Es por eso que cuando Juan Sasturain se despacha con una ambigua apología de eso que no se sabe muy bien qué es y que por estas regiones se denomina con la palabra fútbol (o, más precisamente "pasión futbolera" y otras expresiones afines) no puedo esperar a terminar de leer el artículo para ponerme a escribir esto.
Aclaremos desde el vamos que no me gusta ni me interesa la práctica o la contemplación de ese deporte en particular. Y no, no existen argumentos para justificar mi aversión a tan popular pasatiempo --mejor dicho, se me ocurren miles, todos ellos exactamente igual de irrelevantes--. Dicho lo cual, quiero dedicarme al artículo.
El autor plantea la antigua y aburridísima discusión futbolera-antifutbolera y llega a la conclusión de que los argumentos de ambos bandos son equivalentes. Parece concluir que no hay razones que apoyen un ataque o una defensa del fenómeno del fútbol (chocolate por la noticia!), pero en la práctica plantea una defensa de hecho. Es claro que el tipo se ocupa más de atacar a los antifutboleros que del fútbol en sí. Pero pasemos al desarrollo de tremenda tontería circular. Para el tipo da lo mismo "groseramente hablando", ver un partido de fútbol qeu asistir al teatro o leer una novela. Dice que "la misma sensación de extrañeza y sinsentido" que produce la observación y descripción "objetiva" del fenómeno del fútbol aparece ante la observación análoga de cualquier otra actividad humana. Lo cual no deja de ser tan cierto como irrelevante. La prueba está en el último parrafo, que transcribo:
"La experiencia futbolera tiene -para el que pueda o quiera- con qué alimentar la aventura la aventura personal de inventarse un sentido."
O sea, según sus propias palabras, más o menos lo mismo que cualquier otra experiencia. Si el fútbol es, como él dice "indefinible", no será también, por paradójico que parezca, indefendible por definición?
Cualquier hijo de vecino declara la importancia de una saludable falta de prejuicios, (pocos se ponen a reflexionar que eso es imposible y hasta inconcebible). Claro que un troglodita prejuicioso como yo es políticamente incorrecto y no sabe nada de nada, y un tipo al que no le gusta el fútbol es seguramente un maricón o un retrasado mental*, eso lo sabe cualquiera. Será por eso que desde mi oscura caverna no me resigno a aceptar ese atajo posmoderno que quiere "inventar un sentido" para esquivar el verdadero trabajo de buscar un sentido. Mi obtusa arrogancia me lleva incluso a condenar esa ancestral y respetada "actividad humana" que es decir estupideces haciéndolas pasar por profundos conceptos producto de aun más profundas reflexiones. Y a preferir mil veces leer un mal artículo de Sasturain que dedicarle esos minutos a la definición del mundial de fútbol. Pero así soy yo, o más bien : "por lo menos, así lo veo yo" ;)
*es evidente que para mí ninguna de estas clasificaciones o descripciones consisten en un insulto por el que pueda sentirme ofendido, pero recordemos que en un ambiente futbolero, su connotación es explícitamente ofensiva, y por eso las utilizo.
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