lunes, 9 de octubre de 2006

Pansexualidad (o el desasosiego)

La revista Veintitrés del día 05/10/06 publicó un artículo dedicado a una palabra y concepto novedoso y aparentemente “polémico”. La nota discurre sobre los usos y posibles significaciones de la expresión pansexualidad. Al parecer la idea es que los pibes de estos días andan tan calientes que le dan a todo lo que se mueva. Sucede que pansexual les suena más correcto, más “libre”, más posmoderno que otro tipo de expresiones como, por ejemplo, bisexual. Tamaña transgresión no deja de irritar por igual a agrupaciones neonazis, travestis, tortas, maricones, psicoanalistas, obispos varios y señoras de su casa. Para beneplácito de las mentalidades más ecuménicas, podemos afirmar que, por una vez en la historia, todos los anteriores no sólo concuerdan sobre un mismo tema al mismo tiempo, sino que además tienen toda la razón. Será que me voy poniendo viejo, o que todavía no pierdo el optimismo, porque pienso plegarme a la protesta declarando sin pudor que los pibes son pibes, y como pibes que son presentan una tendencia irrefrenable a mear fuera del tarro. No soy quién para opinar si esto fue siempre así, o es una cuestión de época. Por otro lado, tampoco podemos ser tan duros en nuestros juicios, especialmente en un tiempo (y esto sí es histórico) hasta los más renombrados académicos se encargan de ampliar constantemente el charco, sin aportar la mínima información sobre la ubicación exacta del tan mentado recipiente.

Los pibes reivindican, claro, cierta “libertad”, pero no tienen idea de lo que significa. Si tan manoseado vocablo ha te tener algún sentido (aclaro que no estoy seguro de que lo tenga) debe ser sinónimo de responsabilidad. Así, ser libre y quererse libre sería básicamente ser responsable y quererse responsable. Ser libre sería bancarse las consecuencias de las propias decisiones. Según sus propias declaraciones, para los pibes “está todo bien”, da lo mismo, mantener relaciones con chicos o con chicas, con uno, dos, tres o los que quepan en el cuarto. Desde este esquema, da lo mismo Jorgito que Mariela, Nadia que Alberto. Cualquier cosa con tal de no hacerse cargo de la elección. Nunca llegamos a enterarnos si Jorgito ronca, o si Alberto vive obsesionado por un mal tan poco cool como la caspa, o que a Mariela le entusiasman hasta las lágrimas las nubes con forma de dragón de peluche.

Esta triste libertad venida a menos que tenemos que agradecer, una vez más, a los tristes mitos de plástico de la sociedad de consumo los autoriza a “buscar el placer donde lo puedan encontrar”, sin prejuicios, dogmatismos o ridículas restricciones. Quizá la metáfora más exacta sea esa tristeza ilimitado y eufórica que es el shopping. Todo está ahí, al alcance de la mano, no hay más que elegir, de acuerdo al estado de ánimo con que uno se haya levantado ese día, el bocado más apetecible, la seda más sensual. Y como en el shopping, nada se dice de aquellos para quien no existe esa posibilidad. De eso no se habla. De los pobres ignorantes que nacieron o se criaron, putos, heterosexuales, lesbianas, homofóbicos, pajeros, violadores, violados, sometidos o excluidos. Esa gente, claro, no pasa de las brillantes puertas del shopping libertario. Son pobres gentes que nacen, sufren y se mueren, sin acceso al Olimpo posmoderno. Peor aún, algunos carecen incluso de la más mínima sospecha de su existencia. Un solo problema aqueja a los más avispados de los arquitectos globales es precisamente que sin cronología no hay manera de resistir a la Historia. Con algo de suerte, la grieta que derrumbe las vidrieras va a venir por el lado de esas tetas irresistibles, de ese chongo que ya no cambiás por nada, o simpremente ese vértigo irrefutable ante ese par de ojos profundos que no son de ningún/a otro/a. Puestos a imaginar escenarios algo más drásticos, no es difícil ver las bombas vengativas desatando apocalíptico chaparrón de espejos rotos y cenizas de cajitas felices. Recién entonces, cuando ya nadi sepa de dónde vienen los tiros, los pibes-shopping de todas las edades se resignarán a abandonar modas y piercings, pastillas y estribillos fáciles. Se preocuparán, ahora sí, a pesar de las consecuencias, a aferrarse a esas tetas cálidas o esos ojos insondables de ese otro condenado a la intemperie, el frío y la esperanza de la responsabilidad. Que ya no será cualquier otro, que ya no dará lo mismo, y que no dejará de ser, pese a todo, igual que cada uno de nosotros.

Existe una altísima posibilidad de que sea yo el equivocado. Es probable que todo esto no sea más que puro y simple resentimiento del que mira las luces desde afuera. Si es así, si los pibes tienen razón, les pido perdón, porque les acaba de hacer perder valiosos minutos de intemporalidad, y todo es mucho más triste de lo que yo creía.

(Lo anterior fue escrito un sábado a la noche, encontrándose un servidor bastante solo y bastante borracho por cierto. Me excuso por el tono, la incoherencia y el uso excesivo de comillas, impuesto ante todo por mi torpeza, pero también por la falta de referencia del discurso actual. Lo mismo va para los que se puedan haber ofendido. Sepan disculpar)

Hasta la próxima.

1 comentario:

  1. Bien lindo tu comentario, tu tía tiene razón, sos alguien de otra era, es mas no sé si sos de ésta, pero te felicito.

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