Tarea trivial en prospecto, sencillo trámite de adquirir un paquete de cigarrillos en un kiosco poco frecuentado por el tipo, a una hora todavía menos frecuentada por otros mortales.
Detrás de las indispensables rejas --destinadas a resguardar el ingreso (acaso la fuga) de innombrables amenazas-- se agita, cortés, el gigantesco enigma. El tipo no termina de explicárselo a sí mismo (¿se acuerdan de Columbo?). Aparenta entereza (el tipo) pero en realidad se sabe acorralado (¿estrabismo?). La incomodidad se le cuela en el tono de voz, en la torpe manipulación de una suma no del todo exacta (¿un ojo de vidrio? ¿pero cuál?). Es indispensable que mire de una vez por todas a la cara a su interlocutor: es imposible que lo haga sin dejar traslucir su desesperada investigación. Después de todo, no hay necesidad de hacerle pasar un mal rato al trasnochado y solícito dependiente. Al fin y al cabo no es su culpa... (¿será el signo de algún oculto pecado?) Pero tampoco es culpa del tipo, que lo único que quería eran cigarrillos... (¿seguro que no había ningún otro local abierto?)
Como suele suceder, el vértigo de las grandes gestas no se deja referir en palabras. Como también es costumbre, el resultado de los combates fundamentales termina por diluirse entre memorias más urgentes.
Como sin convicción fuma el tipo, ahora.
Como si no estuviera tan seguro.
Detrás de las indispensables rejas --destinadas a resguardar el ingreso (acaso la fuga) de innombrables amenazas-- se agita, cortés, el gigantesco enigma. El tipo no termina de explicárselo a sí mismo (¿se acuerdan de Columbo?). Aparenta entereza (el tipo) pero en realidad se sabe acorralado (¿estrabismo?). La incomodidad se le cuela en el tono de voz, en la torpe manipulación de una suma no del todo exacta (¿un ojo de vidrio? ¿pero cuál?). Es indispensable que mire de una vez por todas a la cara a su interlocutor: es imposible que lo haga sin dejar traslucir su desesperada investigación. Después de todo, no hay necesidad de hacerle pasar un mal rato al trasnochado y solícito dependiente. Al fin y al cabo no es su culpa... (¿será el signo de algún oculto pecado?) Pero tampoco es culpa del tipo, que lo único que quería eran cigarrillos... (¿seguro que no había ningún otro local abierto?)
Como suele suceder, el vértigo de las grandes gestas no se deja referir en palabras. Como también es costumbre, el resultado de los combates fundamentales termina por diluirse entre memorias más urgentes.
Como sin convicción fuma el tipo, ahora.
Como si no estuviera tan seguro.