lunes, 18 de noviembre de 2013

Porfiado, de sombrero...

«This supposed general question is really just a spurious question of a type which commonly arises in philosophy. We may call it the fallacy of asking about ‘‘nothing-in-particular’’ which is a practice decried by the plain man, but by the philosopher called ‘‘generalizing’’ and regarded with some complacency. Many other examples of the fallacy can be found: take, for example, the case of ‘‘reality’’—we try to pass from such questions as ‘‘How would you distinguish a real rat from an imaginary rat?’’ to ‘‘What is a real thing?’’, a question which merely gives rise to nonsense.»

Austin, J. L. [1940] 1961, (pp. 57-58) The meaning of a word. In Philosophical Papers. Oxford: Clarendon  Press. 
(Citado en: Livingston, 2008) 

sábado, 20 de abril de 2013

Those lovable Poles...


"He is," wrote [William] James, "a most lovable man (within safe limits) but sadly psychopathic. Really, I think a genius."

Lutoslawski se imaginó un lector perfecto, capaz de extraer sentido de cualquier biblioteca: una implausible mezcla de mátemático, filólogo, místico, científico y supercomputador. Lo que se dice un digno rival para la Biblioteca de Babel. Creo que a Borges le habría hecho gracia la simétrica desmesura. 

Al que nace barrigón...


«Si pretendiera mostrar de manera universal cómo se debe subsumir bajo estas reglas, es decir, [cómo se debe] discernir si algo está bajo ellas o no, esto no podría ocurrir de otro modo sino, otra vez, mediante una regla. Pero ésta, precisamente por ser una regla, requiere, de nuevo, una indicación de la facultad de juzgar; y así se pone de manifiesto que si bien el entendimiento es capaz de instrucción y de equipamiento por medio de reglas, la facultad de juzgar es un talento especial que no puede ser enseñado, sino solamente ejercido. Por eso, ella es lo específico de aquello que se suele llamar ingenio natural, cuya carencia ninguna escuela puede compensar; pues aunque ésta pueda suministrarle a un entendimiento limitado muchas reglas tomadas de la inteligencia ajena, y [pueda], por así decirlo, injertárselas, la facultad de servirse de ellas correctamente debe pertenecer al aprendiz mismo; y no hay regla de las que con esta intención pudieran prescribírsele, que esté a salvo de ser mal aplicada, si falta ese don natural*. [KrV A 133]

*[Nota de Kant] La carencia de la facultad de juzgar es lo que propiamente se llama tontería, y un defecto tal no puede remediarse. Un ingenio obtuso o limitado al que no el falta nada más que un grado suficiente de entendimiento y de conceptos propios de éste, puede muy bien ser preparado, incluso hasta la erudición, mediante el aprendizaje. Pero, por lo común, en ese caso también suele faltar aquella [facultad] (la secunda Petri), no es raro encontrar hombres muy eruditos que, en el uso de su ciencia, dejan ver, muchas veces, aquel defecto que nunca puede ser corregido. » 

Kant, Crítica de la Razón Pura en la trad. de Caimi, pp.235-236.