miércoles, 29 de octubre de 2008

Acción de Gracia

Siempre me pareció linda la idea de ese dios relojero que nos va poniendo en hora el mundo... Pero más linda y más cierta es la de múltiples --aunque preciosamente escasos-- demiurgos secretos, concretos y temporales. Unos cuantos pocos que pacientemente se ocupan de templar la espiral de nuestra existencia, que sin apuro y sin demora van poniendo a punto el complejo mecanismo de incertidumbres que sostiene nuestro aliento.
Son deidades no exentas de imperfecciones, algunas de las cuales se llaman coraje, y otras ironía. Se los suele presentar con algún apodo equívoco, que oculta su cabal identidad bajo la más familiar de las cercanías.
Con la elegancia de los astros, someten sus días y sus años al diente implacable de los engranajes. Con la sabiduría del viento entre las piedras, habitan y expanden los luminosos vacíos del mecanismo. Con su feliz sacrificio cotidiano desmienten mártires y banderas. Enseñan la indispensable rebeldía, la oculta firmeza de la dicha. Limpian el aire que nos envuelve y reciclan penas en versos futuros que algún día creeremos inventar. Esquivan la notoriedad y toda otra forma de bajeza; pero no para ganarse el cielo, sino para regalarnos el horizonte presente, la infinita posibilidad de la risa y el afecto.
Cuando intentamos hablar de ellos, las palabras toman la forma de la fábula, acaso por pudor, o quizá por sincero afán de exactitud. Las palabras, que también son sabias, se resisten a entregarlos por completo, y así los pintan como son, como se muestran y como se esconden.
Siempre es difícil escribir sobre cualquiera de estos técnicos secretos de la alegría, aun cuando nos haya sido dada la dicha de conocer a alguno. Por eso se me hace casi imposible escribir sobre mi padre, que tengo tan lejos y tan cerca como todo futuro amanecer, que insiste en protegerme desde lo más íntimo de la distancia. Por eso me veo obligado a pedir disculpas a quienes lean esta líneas sin conocerlo; pero también (y sobre todo) a quienes, conociéndolo, sientan (con razón) que mis torpes esfuerzos no llegan a hacerle justicia.

4 comentarios:

  1. He leído la verdad en cada palabra tuya, Juan.
    Tu padre es todo lo que dices, exactamente eso, un habitante de nuestras tristezas para trocarla por alegría.
    Un gran hombre, un buen hombre, eso es, mucho más de lo que sí en mis torpes intentos puedo llegar a describir.
    Gracias por este post.
    Un abrazo.
    Alicia

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  2. Que hermoso lo que escribiste Pancho, me hizo emocionar muchisimo. Hay que ver que a veces (o casi siempre) tenes el don de la palabra vos, aunque ademas es cierto que tu viejo se merece cada silaba de este texto.
    Un abrazo grande!!
    Lina.-

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  3. panchin es muy lindo! arrrrrrmoso diria yop! suerte q tenemos el mismo papá!! ahora no c si con tu concentimiento le voy a decir al nolo q se ciente y lea ja!!!
    besotes futuro tío!!!!!!!!!
    te quiero muchisimo!

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  4. hermoso pamchito!! me emocione hasta la médula, nadie expresa las cosas tan lindo como vos.
    te quiero

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