viernes, 18 de marzo de 2011

Siguen Testudines (o Quelonios)...

Stephen Hawking, en su libro Breve Historia del Tiempo (1988), cuenta la siguiente anécdota:
Cierto científico reconocido (algunos dicen que Bertrand Russell), ofreció una conferencia pública sobre astronomía. En ella describió cómo la Tierra orbita alrededor del Sol y cómo el Sol, a su vez, gira alrededor del centro de una vasta colección de astros que llamamos nuestra galaxia. Al finalizar la charla, una ancianita que estaba en el fondo del salón se puso de pie y declaró: "Lo que ud. nos ha estado contando son tonterías. En realidad el mundo es un disco sólido que descansa sobre el caparazón de una tortuga gigante." El científico le dedicó una sonrisita sobradora antes de retrucarle: "¿Y sobre qué está parada la tortuga?". "Es ud. un jovencito, astuto, muy astuto", contestó la anciana. "Pero abajo de la tortuga siguen más tortugas"
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Y ahora, para algo completamente diferente: más tortugas...
En este blog: 
[Reductio, Cajas Chinas, y Bibliotecas Totales]
En Wikipedia:
[epistemología, Trilema de Münchhaussen]
[filosofía de la ciencia, La Tesis Duhem-Quine]
[Platón, ¿quién nos protegerá de los protectores?]
[problema de la justificación de la deducción]
[más abstracto, ver en Tarski, Gödel o en el Hotel Infinito de Hilbert]

2 comentarios:

  1. Axiomas Camarada Axiomas, la gente necesita descansar sobre tortugas, para que lo dramático de la existencia sea mas llevadero. En ciertos muchos otros casos, es una actitud cómoda ante la propia vida, ya que es riesgoso aventurarse al asombro y dejarse llevar por vientos, cambios y azares.
    Buena ruta… un viejo amigo firma: “vasos y besos”.

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  2. Camarada, gracias por darse una vuelta por acá. Coincido con lo de las comodidades que terminan resultando incómodas, y viceversa.
    Tu comentario sobre vientos y tortugas me hizo acordar a esto:
    «Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural.
    Las esperanzas lo saben, y no se preocupan.
    Los famas lo saben, y se burlan.
    Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina. »
    ('Tortugas y Cronopios', en Historias de cronopios y de famas, de Cortázar)

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