Pseudo Dionisio el Areopagita reflexionó que si el nombre nos parece apropiado, es necesariamente engañoso, y que mientras más distancia haya entre lo que creemos que el nombre representa y aquello que efectivamente nombra, mayor es su exactitud y su verdad. El Dios de los Salmos es un hombre recio que despierta con resaca. Ese símbolo es infinitamente más cercano a Su divina naturaleza que los cotidianos rayos solares, el mundanal ciclo de las estaciones, los esporádicos relámpagos, o los oscuros manantiales con los que se entretuvo por milenios la imaginación de los paganos. La Letra (que es el Verbo) enseña que toda Cercanía se engendra en la Distancia. Y en la Letra se inscriben los Nombres, que habitan (desbordan) la cercanía de lo incomprensible.