lunes, 4 de junio de 2012

Provincialismo y escalafones lingüísticos: filosofía y lenguajes naturales.

ADVERTENCIA: Lo que sigue es casi dolorosamente trivial, y sólo tendrá algún moderado interés si el lector o lectora resulta ser un/a estudiante de filosofía más bien despistado. De todos modos, me pareció que no estaba de más aclararlo. (Sabrán disculpar...)

Más allá de su innegable utilidad "estratégica" o "instrumental" (como gustan decir algunos) estoy convencido de que aprender idiomas es una de las mejores formas de aumentar medianamente nuestra lucidez acerca de muchas de las perplejidades que desde hace milenios inquietan a nuestra conflictiva raza de monos pelados.
Curiosamente hay quienes, partiendo tal vez de intuiciones similares, tratan de convencernos de que para que un determinado argumento (teoría, o "discurso") pueda ser considerado "serio" (o relevante) resulta indispensable que esté expresado en un idioma "filosóficamente respetable". Sus candidatos favoritos suelen ser el alemán y el francés --o, en su defecto, el griego clásico y el latín*.
Pero la afirmación de que hay algún lenguaje natural que es de alguna manera intrínsecamente superior a todos los otros como "medio" (o "herramienta") de la filosofía no resulta particularmente plausible ni, en principio, fácil de demostrar. La siguiente situación hipotética intenta exhibir en qué consiste, en mi opinión, esa considerable dificultad.


1. Para no complicar demasiado las cosas, supongamos que partimos de una concepción medianamente clara y ampliamente aceptada acerca de qué debemos entender por "lenguaje natural". Si pretendiéramos ofrecer razones para aceptar la afirmación de que hay un lenguaje natural "filosóficamente superior" a todos los otros, parece que deberíamos encarar la nada despreciable tarea de asegurarnos un conocimiento confiable y detallado de las características de todas y cada una de las lenguas naturales (habría que preguntarle a los lingüistas, pero no creo que estemos ni cerca de poder declarar un éxito definitivo en tal empresa).

2. Por otro lado, y mucho más importante, aunque tuviéramos una respuesta (o un conjunto de respuestas) aceptable para lo anterior, todavía tendríamos que ser capaces de ponernos de acuerdo acerca de cuáles son las características relevantes que deberíamos poder evaluar y comparar entre cada uno de los lenguajes naturales para poder elegir un "ganador" .

3. Pero dejémonos de digresiones "técnicas", y supongamos que todo esto es perfectamente factible. Creo que falta considerar el tema más difícil, que es probablemente anterior a los que hemos mencionado hasta ahora --al menos en el sentido de que estos últimos parecen depender inevitablemente de aquél. Y es que al momento de considerar cuestiones tan delicadas sería prudente que, en la medida de lo posible, tratáramos de asegurarnos de que de hecho disponemos del "medio" más confiable, o de la "herramienta" más adecuada para tal fin. Lo que ya nos pondría ante una discusión (o una perplejidad) que pocos dudarían en clasificar como propiamente filosófica, y que ya habrán podido adivinar...
El problema es más o menos el siguiente: ¿En qué lenguaje debería darse este debate? 
Y, ya que estamos: ¿Qué lenguaje debería utilizar un "filósofo respetable" para expresar la pregunta anterior?

*Otro día discutimos la distancia que separa al griego y al latín de los "lenguajes naturales" en los que la gente sigue hablando y escribiendo por estos días...
Cf. Crítica (UNAM), Volumen 45, número 133, Abril 2013





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