sábado, 20 de abril de 2013

Those lovable Poles...


"He is," wrote [William] James, "a most lovable man (within safe limits) but sadly psychopathic. Really, I think a genius."

Lutoslawski se imaginó un lector perfecto, capaz de extraer sentido de cualquier biblioteca: una implausible mezcla de mátemático, filólogo, místico, científico y supercomputador. Lo que se dice un digno rival para la Biblioteca de Babel. Creo que a Borges le habría hecho gracia la simétrica desmesura. 

Al que nace barrigón...


«Si pretendiera mostrar de manera universal cómo se debe subsumir bajo estas reglas, es decir, [cómo se debe] discernir si algo está bajo ellas o no, esto no podría ocurrir de otro modo sino, otra vez, mediante una regla. Pero ésta, precisamente por ser una regla, requiere, de nuevo, una indicación de la facultad de juzgar; y así se pone de manifiesto que si bien el entendimiento es capaz de instrucción y de equipamiento por medio de reglas, la facultad de juzgar es un talento especial que no puede ser enseñado, sino solamente ejercido. Por eso, ella es lo específico de aquello que se suele llamar ingenio natural, cuya carencia ninguna escuela puede compensar; pues aunque ésta pueda suministrarle a un entendimiento limitado muchas reglas tomadas de la inteligencia ajena, y [pueda], por así decirlo, injertárselas, la facultad de servirse de ellas correctamente debe pertenecer al aprendiz mismo; y no hay regla de las que con esta intención pudieran prescribírsele, que esté a salvo de ser mal aplicada, si falta ese don natural*. [KrV A 133]

*[Nota de Kant] La carencia de la facultad de juzgar es lo que propiamente se llama tontería, y un defecto tal no puede remediarse. Un ingenio obtuso o limitado al que no el falta nada más que un grado suficiente de entendimiento y de conceptos propios de éste, puede muy bien ser preparado, incluso hasta la erudición, mediante el aprendizaje. Pero, por lo común, en ese caso también suele faltar aquella [facultad] (la secunda Petri), no es raro encontrar hombres muy eruditos que, en el uso de su ciencia, dejan ver, muchas veces, aquel defecto que nunca puede ser corregido. » 

Kant, Crítica de la Razón Pura en la trad. de Caimi, pp.235-236.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Pedagogía, optimismo y desmesura


«Instaurar la ilustración en sujetos singulares por medio de la educación es, por lo tanto, fácil; basta con acostumbrar desde temprano a los jóvenes a una reflexión semejante.»
YEAH, RIGHT...

lunes, 20 de agosto de 2012

Generalizaciones, sospechas y moralejas


Es imposible sostener una actitud de sospecha generalizada acerca de nuestra capacidad para realizar generalizaciones correctas (o, al menos, generalizaciones útiles, "válidas" o interesantes*).
Se nos podría replicar que este resquemor nuestro es meramente "formal", y hasta se podría intentar un "psicoanálisis" (o una "deconstrucción") de la afirmación precedente, sosteniendo, por ejemplo, que no es más que el síntoma de un estómago (i.e. un espíritu) débil, insuficientemente adaptado para metabolizar las paradojas más conspicuas -precisamente ésas que, se nos repite, forman la trama de la "existencia". En realidad, no se trataría tanto de un argumento como de cierta "movida" retórica, cuyo objetivo, para colmo, no estaría damasiado claro, de modo que tampoco resultaría del todo "inteligible" -digamos que no estaría del todo "abierto a la interpretación", o que sería "hermenéuticamente opaco"-. Y esto sencillamente porque para convencernos de la legitimidad de dicha maniobra tendría que ser posible adentrarse en algún tipo de discusión -más bien general- acerca de (la corrección, utilidad o interés de) ese tipo de estrategias; cosa que, evidentemente, no podemos hacer, salvo que concedamos la verdad de la primera afirmación.
La moraleja podría ser que (¿en general?) esta "existencia" nuestra viene siendo un asunto difícil, paradójico, opaco, e inefable (casi la misma estúpida moraleja del Tractatus, ese graffiti pretencioso y para nada amable, aunque de innegables méritos estéticos).
Pero parece evidente que si llegamos a esa incómoda situación es sólo porque tardamos demasiado en comprender que ponerse a buscar "moralejas" es una de las actividades más estúpidas en las que podemos desperdiciar nuestras contadas horas... lo que, en líneas generales, también coincide con la estúpida moraleja del Tractatus,  ahora bajo una luz no tan mística, y acaso más optimista.

sábado, 11 de agosto de 2012

Filosofía Política (Williams on Scepticism)


«Un signo de cuán profundamente impregnada de escepticismo está nuestra cultura actual es una cierta tendencia a la estridencia y a la suspicacia. Nos empeñamos en argumentar y en emitir juicios, pero al mismo tiempo, en el fondo sospechamos que esas prácticas son sólo una farsa. Mientras menos seguros nos sentimos, mayor es nuestra insistencia. Ya no pensamos en nuestros oponentes como en compañeros de investigación, sino que los creemos guiados por las más abyectas motivaciones. Así, la argumentación da paso a la denuncia, al "desenmascaramiento" (aunque, si el escepticismo es correcto, ¿por qué habrían de importarnos tales explicaciones?).
El interés en el escepticismo es mucho más que "puramente académico".»

Williams, Michael. The Problems of Knowledge. (p.11)

martes, 26 de junio de 2012

Claridad conceptual

Veredicto sobre Sein und Zeit (por un alumno avanzado de la carrera de Filosofía):
«Es bastante extenso.»

lunes, 4 de junio de 2012

Provincialismo y escalafones lingüísticos: filosofía y lenguajes naturales.

ADVERTENCIA: Lo que sigue es casi dolorosamente trivial, y sólo tendrá algún moderado interés si el lector o lectora resulta ser un/a estudiante de filosofía más bien despistado. De todos modos, me pareció que no estaba de más aclararlo. (Sabrán disculpar...)

Más allá de su innegable utilidad "estratégica" o "instrumental" (como gustan decir algunos) estoy convencido de que aprender idiomas es una de las mejores formas de aumentar medianamente nuestra lucidez acerca de muchas de las perplejidades que desde hace milenios inquietan a nuestra conflictiva raza de monos pelados.
Curiosamente hay quienes, partiendo tal vez de intuiciones similares, tratan de convencernos de que para que un determinado argumento (teoría, o "discurso") pueda ser considerado "serio" (o relevante) resulta indispensable que esté expresado en un idioma "filosóficamente respetable". Sus candidatos favoritos suelen ser el alemán y el francés --o, en su defecto, el griego clásico y el latín*.
Pero la afirmación de que hay algún lenguaje natural que es de alguna manera intrínsecamente superior a todos los otros como "medio" (o "herramienta") de la filosofía no resulta particularmente plausible ni, en principio, fácil de demostrar. La siguiente situación hipotética intenta exhibir en qué consiste, en mi opinión, esa considerable dificultad.