Hacia las dos de la tarde hay pocos negocios abiertos en mi barrio. La estación de servicio, esa blanca e imponente obviedad, es casi la única opción.
Entro y lo veo al tipo. Tiene la cara teñida de trompadas u otros desastres naturales. El espíritu--se nota-- le está empezando a pesar, especialmente en el codo izquierdo. Pero el mostrador no es mostrador, no es barra hospitalaria y muda: es una frágil entelequia de cristal, refulgente de multicolores y odiosas golosinas. De todos modos es demasiado baja, y el tipo no está para acrobacias.
"...crudo, cocido y queso, o queso solo."
"Un triple. De jamón y queso."
La empleada, que todavía está tratando de descifrar algunas cosas, se ve en la obligación de aclarar:
"Están todos en esas heladeras. Elija el que más le guste"
Y el tipo, firme en lo suyo:
"¿Y algo para tomar? ¿Pomelo?"
"Las gaseosas están en la heladera de al lado."
"Bueno: eso. Y una medida de fernet."(el tipo, ya de alguna manera reconciliado con la existencia)
"No, Fernet le podemos ofrecer solamente en botella. Son esas que ve ahí." (la chica, sensible pero instruida en evitar silencios incómodos.)
"Pero, yo digo para mezclar con el pomelo."
"Le repito, le puedo vender la botella."
(silencio inevitable)
"Pero..."
Hay en el tipo un visible reagrupamiento de tropas y una mirada, exenta de rencor, que atraviesa antes que él la puerta transparente.
Lo aplana el sol de la siesta. Alguna mosca enturbia su sombra -corta- que se aleja.
Me dio angustia leer esta historia. Es verídica o tu imaginación te dictó algo tan triste? (igual me gustó, se entiende, no?)
ResponderEliminarPasó exactamente así. Y es justamente una de esas cosas que no puedo o no quiero imaginarme.
ResponderEliminarUn abrazo.
La gran ... Si era para cambiarle el color al pomelo.
ResponderEliminarMejor no imaginarlo, mejor Pancho.
Creo tambi�n que casi todas las empleadas de esos lugares, se parecen... �Ser� una regla para contratarlas?
Excelente tu relato.
Alicia