jueves, 14 de julio de 2011

Otro infierno para epistemólogos (y moralistas)

'Posible' y 'necesario' son las formas en las que suelen presentarse las llamadas "modalidades". Cuando, además, utilizamos modalidades aplicadas a nociones intencionales (v.g. 'creer', 'desear', 'intentar', etc), el asunto tiende a complicarse exponencialmente.
¿Hay algo así como creencias o deseos necesarios? ¿Hay cosas imposibles de creer, desear, etc.?¿Y qué decir de nuestro deseo de creer cosas imposibles? ¿O, por ejemplo, de la posibilidad misma de no creer cosas necesarias? ¿Qué podría significar todo esto? ¿Y por qué debería importarnos?
Los intentos de responder a estas preguntas suelen involucrar argumentos trascendentales, así como la delicada cuestión de la interpretación en general. Como era de esperar, se trata de temas que no son fáciles de comprender, y de 'respuestas' que difícilmente sean aceptadas por la mayoría. Lo que no impide, claro, que el esforzado gremio de los filósofos (no menos que el de los profetas y los sacerdotes) sepa procurarse el pan de cada día persuadiéndonos de que al fin y al cabo tampoco se trata de una tarea imposible.

Se me ocurrió que el siguiente pasaje (en Agustín, Civitate Dei, XXI, 5, "La resurrección de la carne y sus negadores") podría resultar ilustrativo:


«Esto en algún tiempo fue increíble. He aquí que el mundo ya ha creído que el cuerpo terreno de Cristo fue llevado al Cielo. Tanto doctos como indoctos, han creído ya en la resurrección de la carne y en la ascensión a los cielos, a excepción de unos pocos, sabios e ignorantes. Si han creído una cosa creíble, consideren cuán estúpidos son los que no la creen. Y sin han creído una cosa increíble, es también increíble que haya sido tan creída una cosa increíble. [...] 
He aquí tres cosas increíbles que ya han sido cumplidas. Es increíble que Cristo haya resucitado en carne y haya subido con ella al cielo. Es increíble que el mundo haya creído una cosa tan increíble. Y, por fin, es increíble que hombres de condición humilde e ínfima, pocos e ignorantes, hayan podido persuadir al mundo y a los sabios del mundo con tanta eficacia, [de] una cosa tan increíble.
De estas tres cosas increíbles, nuestros adversarios se niegan a creer la primera , y la segunda se ven constreñidos a contemplarla. Y ésta no la comprenden si no creen la tercera.» 

1 comentario:

  1. Se me ocurre ahora que una posible respuesta es la de atender en principio a la última de las preguntas: ¿por qué debería importarnos?(es decir, cómo actuaríamos si encontráramos, o creyéramos encontrar, las respuestas a algunas de las anteriores). Pero la solución tampoco es sencilla, porque para describir* nuestros actos, conductas y actitudes requeriríamos de nociones intencionales más precisas (o más "ricas") que las que actualmente poseemos. Y ésa era precisamente la perplejidad que trataba de ilustrar esta entrada.
    *(y así "comprender", "criticar", "transformar", u "otorgar inteligibilidad y consistencia a")

    ResponderEliminar