martes, 23 de marzo de 2010

Procrastinación estructurada (...no soy el único)

Ante todo, juro que a mí se me ocurrió escribir algo muy parecido a este artículo de John Perry hace un par de meses. De hecho, me pareció que era algo tan importante que me las arreglé para hacer un montón de otras cosas con tal de evitarlo. Ante el comprensible recelo del lector sólo puedo ofrecer dos últimos párrafos de este post de aquellos días.
Entiendo que no es mucho. Y además parece que don Perry ya venía implementando la estrategia desde mucho antes de escribir el artículo, así que sólo me queda intentar ser un buen alumno. 
Como primer paso, y con tal de no hacer otra cosa, traduzco (no muy literalmente) un par de párrafos:

"Los procrastinadores rara vez se dedican a no hacer absolutamente nada; se ocupan de cosas de utilidad marginal, como regar las plantas, sacarle punta a los lápices o diseñar diagramas sobre cómo organizarán sus papeles el día que finalmente se decidan a organizarlos. (...)
Procrastinación estructurada significa organizar la estructura de las tareas que uno debe llevar a cabo de manera de explotar este hecho. La lista de obligaciones que uno tiene en mente estará ordenada según su importancia. Las que parezcan más urgentes irán encima de todas. Pero debajo habrá otras cosas de las que también valdrá la pena ocuparse. Realizar esas tareas es ahora la mejor manera de evitar ocuparse de las que estén más arriba en la lista. Con una apropiada estructura de este tipo, el procrastinador puede transformarse en un ciudadano útil. De hecho, el procrastinador puede incluso granjearse, como en mi caso, una reputación de persona altamente eficiente. 
Los procrastinadores generalmente eligen el camino equivocado. Intentan minimizar sus compromisos, suponiendo que si tienen pocas obligaciones, llegado el momento no tendrán más remedio que dejarse de procrastinar y poner manos a la obra de una vez por todas. Pero esto va en contra de la naturaleza del procrastinados y destruye su más importante fuente de motivación. Las pocas tareas en su lista serán, por definición, las más importantes, y la única manera de evitar llevarlas a cabo será no hacer absolutamente nada. Y esa es una buena estrategia para convertirse en algo parecido a Homero Simpson, no en un ser humano útil.
(...)
  A estas alturas el lector atento puede estar sospechando que la procrastinación estructurada requiere un cierto grado de autoengaño, dado que uno se ve envuelto en un constante fraude contra sí mismo. Precisamente. Uno debe poder reconocer y comprometerse con aquellas tareas que sean de importancia aparente y con plazos poco realistas, convenciéndose al mismo tiempo de que se trata de obligaciones realmente importantes y realmente urgentes. Pero eso no es un problema, porque casi todos los procrastinadores poseemos además una excelente aptitud para el autoengaño. ¿Y qué puede haber más noble que utilizar uno de nuestros defectos para evitar las malas consecuencias de otro?"

2 comentarios:

  1. Haría algunos comentarios al respecto, pero me temo que en mi agenda hay un sin fin de actividades de gran valía…
    Estoy tan ocupado que ya ni procrastinar puedo – (es una actividad pendiente).
    En fin… sigo con lo propio.

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  2. Vale:
    Cosas de la vida... Aunque, para quienes tengan esas inclinaciones, aconsejo no privarse del excelso placer de la procrastinación. (Claro que dicho así, suena a título de película porno gay, pero no me interesa ponerme a juzgar inclinaciones ajenas ;)
    Un abrazo.

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